Otoño en la Ciudad de la Luz es ideal para recorrer las calles del quartier latin, repletas de Bistrots y bares singulares. Puedes atravesar el Sena por el Pont de Sull y encontrar pequeñas calles llenas de librerías, cafeterías y restaurantes de todos los estilos: griegos, italianos, árabes, franceses… que recrean un ambiente acogedor y muy colorido con la mercancía muy bien expuesta en las vitrinas y un gran barullo de gente que va y viene.
El nombre del barrio proviene de la época medieval, donde los eruditos enseñaban en latín y que continúa siendo el centro de la vida universitaria francesa. Fue allí (en el Boulevard St. Michel) donde los adoquines fueron arrancados por los estudiantes en mayo del 68. Después, se puede pasear por el barrio hasta el Panthéon y regresar hasta la Ile de la Cité para detenerse a contemplar Notre-Dame, donde la magnífica fachada oeste está completamente restaurada y muy bien iluminada. La catedral está abierta al público y se puede disfrutar de la solemnidad de una de las obras maestras del gótico francés entre olor a incienso.
Es aconsejable continuar caminando hasta la Pyramide del Louvre y desde allí, por el Jardín de les Tulleries hasta la Place de la Concorde en plenos Champs Élyséespara seguir a pie los siete kilómetros que quedan hasta el Arc de Triomphe.
Durante los siguientes días se pueden realizar las habituales rutas turísticas: visita al Louvre, al Trocadero, a les Invalides, a la torre Eiffel, a Montmartre (con la Basilique du Sacré-Coeur y el Moulin Ruge), Montparnasse, museos, jardines… Pero tal vez lo más destacable sea la visita al Musée d’Orsay, una antigua estación de ferrocarril que alberga colecciones importantes de arte contemporáneo de artistas tan destacados como Cézanne o Van Gogh.
En definitiva siempre nos quedará París, una ciudad que conviene redescubrir cada cierto tiempo donde uno se sigue asombrando de su patrimonio cultural, de su historia y de la fama, merecida, de ser la ciudad más visitada del mundo.
HAPPY TRAVELLING
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